miércoles, 9 de mayo de 2012

Un hombre y un perro


La noche ya llega,
se tiñen de negro
la calle y la acera.
Un hombre y un perro
acuden tranquilos
a su ritual:
él enciende un pitillo,
el otro a orinar.
Paseo tranquilo
de meditaciones
sobre un día sin brillo
ni estribaciones.
Trabaja en la obra
poniendo ladrillos,
enyesa, desescombra…

- “Me duelen los tobillos
de subir escaleras,
de hacer tanta masa,
de tirar las telas
y poner los hierros
para los cimientos…
¡Vaya tos que llevo!
Tengo enfriamiento
y me duele el pecho;
con más de cincuenta
años que tengo,
¡mira que me cuesta
hasta sacar el perro!

Pero, mejor salgo,
viene bien el paseo.
En mi casa me amargo,
y me entra un mareo
de ver que la obra
la están liquidando,
y nadie me nombra;
en paro, ¿qué hago?
Esta crisis de mierda,
¡a ver cuanto dura!
Va a hacer que me pierda
y haga una locura.

Mira mi Sultán
lleno de alegría,
qué tranquilo está.
Buena compañía.
Si no fuera por él
y este ratico.
¡Qué bueno tener
tan fiel amigo!
¡Joder, que tarde!
Vamos a casa.
En ser las doce
estoy en la cama”.

Él mira al perro
y el perro al amo.
Se ponen de acuerdo 
y siguen paseando.


Emilio Soler Poveda
9 de mayo de 2012.