Esta mañana
trempano
paseando por
la vera
del río
m’iba llegando
un olor a
flores frescas
repretás por
el rogío
qu’el alba
encimica eja:
alelises,
clavellinas,
rosas rojas
que rivientan,
jazmines de
blanco encendios,
lírios, mil azucenas…
Tuico un
crisol d’aromas
que
prerjuman toa la güerta.
Y yo,
esfisando la’stampa,
y goliendo
toa esa sencia
no me he queao
conforme,
puisque
farta algo en’ella:
fartan
colores doraos
ritorcios
como estrellas
que s’ajuntan
pa jormar
contelaciones
tan bellas;
farta el
azul del mar
reflejaico
en dos perlas
de azul
cileste, amatista,
tonos
marino, turquesa;
fartan dos
fresas acostás,
jamponas,
lustrosas, bellas,
de sabor tan
sugerente,
que er diseo
allí t’alleva;
farta la
porcelana
que de la
China trujeran,
que no se ve
en dengún
por muncho
c’uno quiesiera;
y farta,
sobre tó farta,
la sonrisa
tuya, nena,
esa sonrisa
que llena
d’alegría
aonde allega;
farta tu
nombre, zagala,
pa compretar
toa la sencia
de la
estampa trempanera
que
enorgullece hista el Sol
cuando
bordea por la sierra.
Unas
letriquias na más
que
s’ajuntan con tal enza
que
cualsiquier otro nombre,
por muy
importante que juera,
quea tirao
por tierra
pos no
t’allega a las suelas…
El nombre de
la mañana,
el prerjume
de la güerta,
el mote que
to lo junta
y que tuico
lo compreta,
el que
reluce lustroso
sin
pretenderlo siquiea;
el nombre de
mi zagala,
el nombre
qu’a mi me llena
d’alegría y gozaera…
Ese nombre
es el d’ella.
Emilio Soler
Poveda “El Corcho”.
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