jueves, 20 de octubre de 2016

Cudiao con las reondicas

Tengo yo un conocio
al llaman “Faltriqueras”,
que vive allá en la Serrana,
en er Campo e Ricote
al lao e la carretera.
Vive junto con su hermana,
puisque s’ha queao lego.
Él tié por nombre Antoñico
Y’ella se llama Rimedios,
 La zagalica mentá
s’había queao sorterona
cuando un novio que tenía 
fue a Francia a trebajar
a coger en la vendimia,
y le ijo: “Tú me asperas
que viá a gorvel enseguia”.
D’esto hace 30 años
y’ella aspera tos lor días,
con un astil en la mano,
que aparezca por la esquina
y sortarle a cruzalomo
encomedio e la espina
pa que aprienda que en su casa
no se gastan tonterías.
Pos güeno, a lo que iba,
que me pierdo por lo cerros:
El Faltriqueras es güertano
de cuna y nacemiento,
pos alleva trebajando
inde que andaba erecho,
labrando y regando er campo,
con su furro en los bancales,
escardando, clareando,
recogiendo los frutales;
criando pollos en su corral,
y toa clase de alimales.
 Con tuico lo él que se trajina
no tié faltas ni pesares.
Resulta que el otro día
tubió que ir a la Capital,
a hacer unas deligencias
en Consumo u en Saniá.
No se ande pijo iba;
no me lo supo explicar.
 Yo lo vide mu nervioso,
desinquieto y'alterao,
estresao, mu espitoso…
Le ije: “Sssshhh… !Quieto parao!
No te enervies, Faltriqueras;
cuéntame que t'ha pasao.”

"Amigo mío, resulta
que me io a la zudiá,
c'hace mas de vainte años
que yo no iba pa ná.
 Me cogio el R cuatro,
que tié el motor especial,
y'anque tié ya munchos años
no me se queja e ná.
 Iba yo embalentonao
y, al entrar a la General,
me veo varios carriles
y tuicos iban p’allá.
He esfisao munchos coches
cambiando p’acá y p’allá,
entremitentes ponios,
camiones mas grandes que ná,
unos dándomes la luces
iciéndo de to al pasar…
¡No sabía ende ponerme!
Las ocho e la mañana
y la gresca goberná!.
 Pos güeno, amigo Corchico,
hista ahí la cosa bien.
Iba ya un poco engarrotao
sin allegar a coger los 100,
antoces, allegando a Murcia,
ya me queao trastocao:
carteles y mil direrciones,
carriles pa tós los laos;
gavillas de rayas y flechas
que me tenian mareao.
No sabía ya c'hacer…
Antoces me recorde
de lo dicho por Pujante,
el qu’es correor de fruta,
con el que hablé el día d’antes.
Me ijo: “Cuando esfises ya las casas,
no te pares, tó p’alante.”
Asin que, pos le hice caso
y enfilé pa aquel panal.
Pensandome que ya istaba
cerquica del cornijal,
ande iba con los papeles
dentro mesmo e la zudiá,
allegé a una reonda
¡mas jrande que mi bancal!,
que tiene treinta tabullas
de cirgüelo y de peral.
Pos esta era más grande,
te lo tengo que mentar,
qu’es pa controlar el tráfico
y poer bien transitar.
Yo allí metio en el ajo,
no sabia pa'onde tirar,
paraico en el semáforo,
sin nisiquiá respirar, 
mirando pa un lao, pal otro,
pa delante u pa detrás
(que he'stao con dolor en el cuello
una semana u más).
¡Aquello paecía la guerra!
Tenía que estar pendiente,
endemás de los otros coches
y luces correspondientes,
de las motos, las señales,
los camiones, los autocares,
la gente con los zagales,
que se te cruzan sin verlos,
se te montan en lo arto
y viajan sin tocar suelo.
Y’encima, había un pulicía,
con su pito y con su gorra
que, anque la luz estaba roja,
con este gesto me dicia:
 “Tiá p’adelante ya, cuñeflas.
Estás gobernando el taco.
Como tardes un segundo,
va a saber lo que mando”
Y yo, sin saber c'hacer
ni a quien atención prestarle,
de si atender al color
o al que estaba dando pase.
¡Con un estao de nervios
que no se lo deseo a nadie!
 Antonces me decidí
dimpues de mil pitorrás,
de la cara el policía,
y de maldiciones echá.
Con los ojicos cerraos,
na más c’habia hecho arrancar,
¡Que sea lo que Dios chiera,
¡El Faltriqueras allá vá!
Y me metí en la Reonda
Y me metí de verdá.
Puisque cuando istaba dentro,
tuiquio enchío d’alegría
de esfisarme tan resuelto,
¡me vide venir el tranvía
tuiquio pa mi erecho!
 Y mirando asín pal cielo,
le rezé a San Sebastián:
“¡Arrecogeme en tu seno!
¡Que d’esta no viá pasar!”.
¡Virgen de los trapos rotos!
¡Santa María de las lágrimas!
¡San Nicasio del guisopo!
¡Qué desgracia, qué desgracia!
¡Aquello era más largo
que pasar un día sin pan,
lo mesmo c'una culebra
de esas del documental!
Cuando lo vide venir
con mi volante agarrao
sabía que susto era gordo
y qu'iba a acabar cagao.
 ¡Y m’arreó un talegazo,
encomedio de to er lao,
que dí vainte voltetas,
de campana y por los laos!
 Y’eso es lo que no asperaba,
lo podeis tomar a risa,
que la mierda me saliera
por el cuello e la camisa.
Se me queó el cocheciquio,
arrugao com’una pasa.
Y yo, con el susto en el cuerpo,
endemás de con la plasta,
me abajé mu espacico,
ejé el carro allí en la plaza,
a un tarsi l'hice el alto
y me gorví pa mi casa.

Asín que, Corchico, te digo 
que m'agenciao una furra,
pa ir a Blanca al mercao
y subirme por la rambla,
que está menos transitao.
 Puisque cuando veo un zagal
jubando con una rueda,
u esfiso una rueda de carro 
algo en jorma e redondela,
el morrillo me se pone
como lomo e jabalí
de pensar el día tan malo
que yo pasé por allí.
Yo me queo aquí en mi casa,
ande no me farta ná.
Mentras m’acuerde’el tranvía
a Murcia no abajo más.


He dicho.

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